Cine & palomitas
Se encienden las luces y estas ahí parada. Estas tú sola. El director da la señal para empezar a rodar. Todo se pone en marcha. Una nueva vida.
Eres la protagonista, directora y guionista de tu propia película, de tu propia vida.
Y todo el argumento se va desarrollando poco a poco.
Creces.
Aprendes.
Vas al colegio.
Instituto.
Universidad.
Sales con tus amigos.
Conoces a un chico.
Te enamoras.
Os vais a vivir juntos.
Trabajas.
Tienes hijos.
Trabajas.
Y te jubilas.
Y luego…
Al final de la película siempre aparecen esas personas que la han hecho posible, que han participado en ella. Los créditos de tu vida.
Mamá.
Papá.
Tus hermanos.
Tu familia.
Tus amigos.
Tu amor.
Tus compañeros.
Esas personas que alguna vez te enseñaron algo.
Aquellos a los que odiaste.
Los que te cruzaste en el autobús, en la calle.
Todos.
Y al final… oscuridad.
Las luces vuelven a apagarse.
El director grita ¡CORTEN!
Todo acaba.
¿Y qué hay de los espectadores?
Nadie ha visto la película al completo.
Unos se quedaron dormidos.
Otros fueron corriendo al servicio.
Algunos fueron a comprar palomitas.
Otros estaban mandando mensajes por el móvil.
Y nadie, ni siquiera tú, ha visto la película entera.
TÚ la has vivido.
No puedes valorarla objetivamente.
Otros la valorarán cuando se haya acabado.
Pero la crítica nunca hará justicia a lo que fue.
Solo será una ínfima valoración de lo que la película supuso para el mundo, para esas personas que la vieron.
Algunas películas son grandes éxitos. Otras pasan desapercibidas.
Pero lo que es cierto es que las pequeñas películas, esas de bajo presupuesto, suelen ser, en la mayoría de los casos, las mejores, las más auténticas.
Ahora dime, ¿de qué va tu película?
Las luces se apagan. Todo el mundo abandona la sala. Todo queda en silencio. Nada…
Eres la protagonista, directora y guionista de tu propia película, de tu propia vida.
Y todo el argumento se va desarrollando poco a poco.
Creces.
Aprendes.
Vas al colegio.
Instituto.
Universidad.
Sales con tus amigos.
Conoces a un chico.
Te enamoras.
Os vais a vivir juntos.
Trabajas.
Tienes hijos.
Trabajas.
Y te jubilas.
Y luego…
Al final de la película siempre aparecen esas personas que la han hecho posible, que han participado en ella. Los créditos de tu vida.
Mamá.
Papá.
Tus hermanos.
Tu familia.
Tus amigos.
Tu amor.
Tus compañeros.
Esas personas que alguna vez te enseñaron algo.
Aquellos a los que odiaste.
Los que te cruzaste en el autobús, en la calle.
Todos.
Y al final… oscuridad.
Las luces vuelven a apagarse.
El director grita ¡CORTEN!
Todo acaba.
¿Y qué hay de los espectadores?
Nadie ha visto la película al completo.
Unos se quedaron dormidos.
Otros fueron corriendo al servicio.
Algunos fueron a comprar palomitas.
Otros estaban mandando mensajes por el móvil.
Y nadie, ni siquiera tú, ha visto la película entera.
TÚ la has vivido.
No puedes valorarla objetivamente.
Otros la valorarán cuando se haya acabado.
Pero la crítica nunca hará justicia a lo que fue.
Solo será una ínfima valoración de lo que la película supuso para el mundo, para esas personas que la vieron.
Algunas películas son grandes éxitos. Otras pasan desapercibidas.
Pero lo que es cierto es que las pequeñas películas, esas de bajo presupuesto, suelen ser, en la mayoría de los casos, las mejores, las más auténticas.
Ahora dime, ¿de qué va tu película?
Las luces se apagan. Todo el mundo abandona la sala. Todo queda en silencio. Nada…