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Verde

Cierro los ojos y camino. Camino por estas sendas verdes y frescas. Mmmm... me siento bien. Parece como si mis pies siguieran un camino que habían recorrido anteriormente. No recuerdo haber estado allí antes. Es agradable no pensar, solo me dejo guiar por mis pasos. No caeré. Sé que no caeré. Siento la brisa en la cara, en los brazos. El murmullo de las hojas. El piar de los pájaros. Qué delicioso momento. Y me asaltan recuerdos. Sol. Calidez. Risas. Felicidad. Y me siento bien. Sonrío. Y mis pies ya no tocan el suelo. Mi alma ya no forma parte de mi cuerpo. Puedo escapar. Soy libre. Libre.... Y cuando despierto sigo allí caminando. Pero la luz ya no es tan brillante. Frío. ¿Y el sol? Llanto. ¿Y la risa? Tristeza. ¿Y la felicidad? Todo ha desaparecido. Fue solo un rayo de sol entre las espesas nubes negras. Fue solo una risa entre un mar de lágrimas. Fue solo una brizna de felicidad en este valle de tristeza. ¿Y cuándo volverán el sol, la risa, la felicidad? En realidad siempre han estado ahí. Al alcance de mi mano. Los puedo sentir. Puedo soñar con ellos. Estan detrás del manto gris de la vida. Solo tengo que apartarlo. Es tan fácil como alargar la mano. Pero tengo que dar ese paso. ¿Realmente quiero darlo? Podría pasar que la luz me ciegue. Que mis labios se agrieten de tanto reír. Que mi corazón no pueda aguantar tanta felicidad. Pero podría pasar que la luz guíe mi camino. Que mi sonrisa ilumine mis labios. Que mi corazón se haga más fuerte. Creo que por esta vez cruzaré. Dejaré que todo me inunde. Y si todo se va a pique... entonces nadaré. Y volveré a salir a flote. Y volveré a buscar la luz. Porque merece la pena sufrir cien años por un instante de felicidad.

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