Sensaciones de un año que pasó. Ahora todo está borroso. Parece que el tiempo lima las asperezas de los sentimientos. Todas. De los buenos y de los malos. Es una pena. No sentir con tanta intensidad. La pasión se esfumó. Ya solo queda… ¿qué es lo que queda cuando la pasión se va? ¿El cariño? ¿La amistad? ¿La compañía? Yo no quiero eso. Ahora no. Quiero fuegos artificiales. Quiero el vuelco en el estómago. Quiero no saber qué va a decir, o qué va a hacer. Un año. Y no parece tanto… pero un año ya. Wow! Es… ¿demasiado? ¿O no es suficiente? Pero ahora estoy encadenada. No puedo escapar. Al menos, no de momento. Ahora no. Ahora… no.

Sentir que en cierta manera quieres escapar de algo que tú misma te impusiste. Pero no puedes. Ahora no. Es… ¿pronto? Se echan de menos tantas cosas. Pero si lo dejaras todo echarías de menos otras tantas cosas. Un dilema. Toma una decisión. Lo que creas correcto. Lo que en este momento necesitas. ¿Lo sabes? ¿Sabes qué es lo que quieres, lo que necesitas? Probablemente no. Pero solo el tiempo lo dirá.

Un año de blog. Nunca me gustaron los aniversarios. Es como poner una escusa a algo que no la necesita. Es como el 14 de febrero, el día de San Valentín, cuando todo el mundo se quiere muchísisisisisimo, o el 25 de diciembre cuando todos somos unos angelitos y reina la paz en el mundo (¬¬). Se dicen, hacen y sienten cosas que en otras circunstancias se supone no se dirían, harían o sentirían. Todo mentira. Es solo que es agotador decir, hacer y sentir lo que deberíamos todo el año. Para eso están los aniversarios, las fiestas “señaladas”.


Pero bueno, mi pequeñín (sobreentiéndase, mi blog) cumple un año, y bueno, para no romper la tradición, porque hoy no me siento muy transgresora, le dedico este post para felicitarlo. Porque contiene lo que debí decir y no dije en 2006, porque describe lo que hice y lo que quise hacer en 2006 y, sobretodo, porque refleja lo que sentí y lo que no sentí en 2006. Digo yo que un pedazo de mi corazón bien se merece un post de felicitación, ¿no?

A mis niños

Algo que me encanta hacer siempre es recordar. Es algo que siempre me invade de esa sensación tan cálida que te crea unos deseos inmensos de abrazar muy muy fuerte lo primero que pilles cerca. En el rincón de mi cabecita donde guardo todos esos pequeños tesoros no dejo sitio para nada malo. Esos recuerdos que los borre el tiempo.

Recordar es una buena forma de no olvidar. Y la verdad, olvidar algunas de las cosas que he vivido me haría sentir muy triste. ¿Qué pasaría si olvidase lo que hice el día de mi primera cita con mi primer novio? ¿Si olvidase lo que llevaba puesto cierto viernes de dolores de hace ya unos años? Sería algo que no podría perdonarme a mí misma.

Lo cierto es que los recuerdos que más me gusta revivir son esos que pasé con esas personas tan maravillosas que algún día pasaron por mi vida, haciendo de mí lo que soy hoy. Me refiero, por supuesto, a mis niños, mis novios, esos chavalitos que el destino puso un día en mi camino. También tengo muchos recuerdos con mis amigos, pero esos no tienen nunca la magia, el vuelco en el estómago, el recuerdo de besos interminables, cálidos y suaves.

Si me preguntasen que es lo que mejor recuerdo de cada uno de ellos, podría hacer una lista bastante larga: ojos verdes (4 pares ^^), manos bonitas, culos perfectos, sonrisas, química, atractivo, ufff y mil cosas más que no conseguiría describir con palabras. Es algo impresionante el volver a experimentar esas sensaciones solo con cerrar los ojos y viajar atrás en el tiempo unos pocos años. El volver a releer las páginas de tu diario donde escribías lo guapos que eran o cuánto los querías. También leer los mensajes que intercambiabas con ellos siempre llenos de indirectas y palabras cariñosas.

¿Hay algo mejor que querer a alguien y que seas correspondido? ¿Algo más sublime que sentir como tu corazón está en juego cada vez que una palabra sale de sus labios? No. No hay nada mejor que la emoción del amor, sentir que te pones ante el paredón con veinte fusileros dispuestos a destrozarte a la menor indicación, sentirte vulnerable a cada segundo y a pesar de todo eso, arriesgarte a sufrir por tener tan solo cinco minutos con esa persona. Ah! C’est l’amour! ¿Y hay algo más maravilloso que eso?

Y mi corazón remendado con hilos de cien colores…
uno por cada uno de mis amores.